Capítulo 14: "Esa oxidada teclita del alma"
Y no se trata de no sentir, sino de cómo nos relacionamos
con nuestro sentir.
Esta cabeza parece una tierra muy fértil en la que cualquier
idea germina con facilidad. A veces se agarra fuerte cuando el sentir es
negativo. Se queda en un rinconcito escondido y va inundando todo tu ser.
Crece, se expande, te esfuerzas en quitarla de ahí, pero sigue. Germina con soltura
como lentejas en algodón húmedo.
A veces crees y a veces olvidas.
A veces lloras y a veces chillas.
A veces saltas y a veces suspiras.
Pero desde luego no se trata de no sentir, sino de cómo nos
relacionamos con nuestro sentir.
Todo depende de la proyección que pongamos en cada cosa, en
cómo duele o cómo no. En cómo disfrutamos de cada instante o por el contrario, cómo
lo dejamos pasar, como cuando dejamos correr al autobús que no te lleva a tu
destino. A veces, el dolor te invita a que dejes de sentir; pero claro, la
magia está en no parar de sentir, sino en cómo nos relacionamos con esas
emociones, cómo las digerimos, como las procesamos, en cómo nuestro estilo
cognitivo trabaja para sacar conclusiones de esos estímulos externos. En
definitiva en cómo nos relacionamos con nuestro sentir.
Y es que a veces ríes y proyectas una energía que infla el
espíritu de cuantos te rodean y a veces comes pan de pico, rumias en tu mente
una desdichada sensación que alimenta una distorsión cognitiva que augura malas
emociones y sus consecuencias en cascada.
A veces la tensión se hace muy muy grande y no piensas con
nitidez y justo poco después, casi por arte de magia, en la pequeña aldea gala todo
vuelve a la normalidad. El aire que respiras es más puro, más gratificante, más
rico en cantidad y calidad y tu perlita de felicidad del día asoma. Asoma casi
por casualidad, pero no importa, solo te limitas a disfrutar de ese momento. Ese
momento que te ancla al momento presente y del que no quieres salir, pues los
demonios esperan pacientes a la vuelta de la esquina.
Esos demonios que establecen un entramado de ramas a tu
alrededor y no te dejan llegar al tronco, te confunden, te distraen, te sofocan
y te contraen. Rompes una rama y aparecen diez. Pero a veces, solo a veces,
consigues tocar una teclita en tu alma. Una teclita ya oxidada que al pulsarla
suena una melodía entera llena de felicidad, esencia del jarro de alegría y
reposo que necesitas.
Claro que eso es solo a veces. Ojalá pudiéramos alimentar el
alma solo con cosas ricas. Y es que es tan difícil pulsar esa tecla. Se oxida
tanto que cuesta encontrarla entre tanta herrumbre.
Parece que la tierra fértil de la cabeza, en el proceso de
arraigo de pensamientos negativos, se alimenta de tu energía vital y vomita
óxido encima de esa tecla. Esa tecla que necesitas pulsar para recuperar tu energía cercenada por el mismo proceso.
Pero desde luego parece que el sendero apunta a que:
no se trata de no
sentir, sino de cómo nos relacionamos con nuestro sentir.

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