lunes, 5 de septiembre de 2016

Capítulo 16:  "Entre hadas y duendes"

Vivo en un castillo entre hadas y duendes.

En mi puerta descansan una pareja de trolls, ya viejitos. Yo los llamo Romeo y Julieta. Miden unos tres metros y medio y pesan más de media tonelada cada uno.
Ellos defienden mi hogar. Pero se pelean mucho. Se llevan todo el día discutiendo acerca de quién quiere más el uno al otro. Son buena gente, aunque muy cabezones.

Romeo puede dormir la siesta por más de 10 horas y Julieta hace ganchillo con las telarañas que recolecta de los matojos cercanos.
El aliento de Julieta huele a puré de coliflor, pero a Romeo le encanta. Le encanta el puré de coliflor sin aliñar y le encanta el aliento de Julieta, aunque nunca se lo ha reconocido y nunca lo hará.

Bajo mi cama revolotean diecisiete hadas chismosas. A ellas les gusta criticarse las unas a las otras y a las demás que no existen pero como si lo hicieran.

Encima de mi armario trabajan cinco duendes risueños que inventan historias de humanos en ciudades sin vegetación y con mucho humo. Se inventan mundos donde las personas no se miran a la cara. En su lugar, miran aparatejos con luces que dicen comunicarlos. Se inventan mundos donde las personas tienen un precio. Un precio por su tiempo, un precio por sus sueños y un precio por sus vidas.

Los duendes no paran de reírse inventando mundos, donde las personas se autoenvenenan para olvidar sus propios pensamientos con brebajes que canjean por monedas que, a su vez consiguen con sus trabajos, los cuales les producen pensamientos que quieren olvidar con venenos en forma de brebajes..... A los duendes de mi armario les gusta inventar paradojas cíclicas de este estilo.

En mi jardín susurra un estanque en calma. El estanque tiene ocho ranas de colores que cantan por bulerías. Las ranas saltan y cantan con la misma soltura, precisión y amor con la que Julieta mira a Romeo mientras este último duerme la siesta.


- Que sí Fran, que muy bonito todo, pero la gente no habla así. No puedes saltarte las reglas del juego y el protocolo a tu antojo. Bueno, sí puedes, de hecho es parte de lo que te hace único, pero si lo haces, no esperes siempre resultados agradables. No puedes segar con una escoba, ni barrer el suelo con una hoz.

- Paso Raúl, vivimos en un puto mundo antiséptico que huele a hospital. Todo limpito y ordenado. ¿Y por huevos tiene que ser así?. ¿Donde está lA caló picha? ¿Dónde quedan los sueños? ¿dónde el placer que te despeina y te llena de sudor al correr, al saltar, al caerte?

Me niego, paso de las reglas del juego, paso de este mundo antiséptico e impoluto. Yo me pringo de barro, lo siento Raúl, tú sigue con tu magia formal, yo amaso la plastilina y me relleno los huequitos de entre los dedos y las uñas de las manos con trocitos de la misma. Ya las limpiaré, si es que lo necesito.

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Delirios del chamán by Jesús López Rodríguez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.