Capítulo 25: "Desastre ritual"
El caldo del puchero hierve con una pizca de jengibre molido.
Mientras el caldo burbujea, Fran recuerda su procedencia, la creación de una
madre que con mimo cocina para que "sobre". Una madre que ha pasado
por tres cesáreas y ha superado un cáncer de estómago. La piel de su barriga
parece un mapa de carreteras, pero cuando ella sonríe, lo hace como una niña
pequeña ingenua y pura; y sus viejitas manos arrugadas abrazan como un suspiro
de aire fresco en las mañanas de verano.
El caldo se calienta y Fran añade unos fideos, un poco de
tabasco y pimienta negra. Fran comienza su ritual de cena con un cuenco negro y
duro como su corazón. Vierte la mezcla y se dispone a disfrutar de esa esencia
calentita que calmará su ser.
Si todo fuera tan fácil como comer y beber rico. ¡Dios, si
todo fuera tan fácil!. Pero el ritual siempre termina en desastre. O al menos
eso piensa él, cuando sus sombras lo atacan. "¡Son muchos años de lucha
ya!" Grita mientras llora, sin acordarse de su evolución en positivo, de
todo lo que ha avanzado. Esta soledad perpetua, aun rodeado de gente se agarra
dura y fría.
Ya no sirve ni apagar luces
rojas, ni llenar los cubos de mezcla hasta la mitad, ni orar para que su
abuelo, allí donde esté, lo cuide en este mundo, ni ser consciente del precio a
pagar, ni hablar de cafés y beber sentimientos, ni disfrutar del amor líquido,
ni soñar agarrar la luna, ni imaginar a Ana. Ya solo resta dejar de pintar.
El cóctel de fármacos empieza a hacer efecto. Esta vez Raúl
no ha llegado a tiempo.
Fran se va "de vacaciones" hacia otro lugar,
dejando en este mundo una cicatriz que nunca sanará en aquellos que lo quieren,
o mejor dicho ... que lo querían.
Fin de Delirios del Chamán.

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