lunes, 17 de abril de 2017

Cierre de ciclo.Capítulo 19: "El escondrijo secreto del señor inquilino"

Esa noche Raúl y Fran cambiaron de bar. No se sabe muy bien el motivo, pero caminaron sin hablar mucho después del último cigarro antes del atardecer.

- Fran, ¿Por qué sigues fumando? En realidad no te ha gustado nunca el tabaco. ¿Qué manía esa de empezar a fumar a estas alturas?

- No sé muy bien Raúl. Puede que sea porque al respirar el humo me anclo al momento presente. Me centro en el parpadeo del crepitar de las cenizas y en cómo se consume el cigarrillo de manera uniforme. Me fijo en como el humo ondea, en la manera tan sutil que tiene de atravesar mi garganta, invadir mis pulmones, para posteriormente escaparse poco a poco hasta el exterior.
A veces, me da la impresión de que estos cigarros industriales son una metáfora de la vida occidental actual. Se consumen rápido, no dejan espacio para la pausa, si paras mucho se queda convertido en cenizas. Te da lo justo que necesitas y rápido. Se trafica con ellos, aceleran el pulso, te acortan la vida. Es como esta puta sociedad microondas, en la cual todo se quiere ahora y sin esperar. La sociedad de lo instantáneo, de lo fugaz, de lo consumible.

En verdad es una porquería, no tengo muchas escusas. Jejejeje!

- Fran le das muchas vueltecillas a un cigarro. ¿No te bastaba con decirme que es porque te gusta y punto? jejeje!

Intenta dejar ya de ver este mundo tras las gafas de la nostalgia, anda. Que como sigas así se te va a apagar ese brillito en los ojos que siempre has tenido. Esa lucecilla en el fondo del lago que te asemeja a la de los niños mientras juegan.

Raúl y Fran vagabundean en una tarde de primavera de esa Sevilla florecida. De pronto Raúl se para bajo el rótulo de un nuevo bar para ellos, Sala El Viejo Billar.

- Este es el sitio Fran.

El bar se asemeja a un viejo pub irlandés, pero sonaba las notas de un piano. Un piano que escupía una melodía tranquilizadora e inspiradora de grandes conversaciones. Tres pequeñas mesas circundaban un antiguo billar con el tapete desgastado. El billar estaba coronado a modo de altar y en las paredes del local colgaban trofeos de Bola ocho.

- No se Raúl, me cuesta dejar esas gafas de la nostalgia que tú dices. Para mi esas reflexiones son como el escondrijo secreto del inquilino de un nuevo piso compartido. Ese pequeño lugar solo para el inquilino que guarda con mimo y no comparte con los demás compañeros de piso. Esa cajita, cajón o hueco en la pared donde tiene sus pequeños elementos ritualísticos que le recuerdan diariamente que en muchas ocasiones ha tenido, sentido o vivido algo especial. Ese cajón donde guarda unas piedras de la playa que le regaló su primera novia, esa entrada del festival que tanto le marcó o la cinta en formato casete de "Metallica cara A" "Extremo Duro cara b" que le dejó su hermano mayor a sus tiernos 9 años cuando le regaló su primer Walkman y que todavía conserva.
Para mí, estas divagaciones son mi escondrijo secreto, al menos secreto hasta que las comparto con quien yo quiero claro está.

- Bueno Fran, creo que te comprendo. Es como cuando hablas de esa tal Ana. ¿No? Esa mujer que simboliza todo lo que te gusta de lo que tú llamas "Maravilla de la creación"

- ¿A qué te refieres Raúl? No te entiendo.

- No se Fran a veces hablas de esa mujer perfecta de labios tintados en rojo y pelo oscuro que te mira y te taladra el alma y mil historias llenas de alegorías. Por cierto, si alguna vez das con ella, preséntamela, jejejeje!

[La cara de Fran parece entrar en catarsis y se vuelve blanco, se siente como en un sueño o en una de sus pesadillas, pero sabe que lo que está ocurriendo es totalmente real]

- A ver Raúl, Ana es nuestra amiga, solo que hoy no podía venir. Si incluso creo que te has acostado con ella y todo. Que no soy tonto ostia!

- Fran, ¿estás bien?

- Sssí....pe..ro.....pero Ana Aaa...na.

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Delirios del chamán by Jesús López Rodríguez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.



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