domingo, 10 de diciembre de 2017

Capítulo 21: "La cajita de madera"

La mano izquierda de Fran ya ha parado de temblar.

Hace un invierno frío. Frío como las correas que atan a Fran a la cama del hospital.

Su mano ya no tiembla, su corazón ya no palpita a destiempo, pero le duele el vacío que queda dentro.

Mira a través de la ventana empapada por las pocas gotas de lluvia que cayó anoche.

Mira a través de la ventana, ignorando los consejos de superación de sus familiares que aguardan a su lado como cuando te esperan en un postoperatorio.

Dentro del hospital no le dejan fumar. Ni siquiera puede rascarse el culo sin pedir permiso. Atado de pies y manos lo tachan de loco. Él sabe que su locura lo acerca más a la cordura del cuerdo que sabe y quiere serlo, que a la cordura del loco que cree estar cuerdo sin estarlo.

La ventana chorrea recuerdos que se mezclan en una vorágine de nostalgia autocomplaciente:

La cajita de madera estaba grabada con pirógrafo, mediante líneas que forman ángulos imposibles al estilo de las descripciones Lovecraftianas. El cierre de la cajita se disputa entre dos pequeñas volutas ornamentadas con mimo, dibujando una preciosa flor de loto semiabierta.

Dentro de la caja Fran atesora un colgante de plata, dos capuchones de bolígrafos y una pequeña nota envejecida con café y tintes de cera que otrora fue una vela roja.

Lleva más de diez años sin abrir la caja. La caja guarda el tiempo, envaina los recuerdos de sus tiernos veinte, cuando cree pensar que todo era más sencillo.

Dentro de ese recipiente de madera de no más de un palmo, se acomodan grácilmente leyendas de decenas de personas que pasaron por la vida de Fran, constituyéndole como Ser sintiente. Decenas de personas con cientos de ideas y sueños, que solo conocen quienes han tenido la oportunidad de acercarse con cariño y que han sabido recibirlas de buen grado.

Todas esas Vidas se entremezclan en la mente de Fran. Le abrigan en el frío del invierno y vuelven a la cajita para no perderse entre las carreteras del existir.

El interior de la cajita de madera está forrada con terciopelo rojo, para que la inmensidad de esos recuerdos se acomoden bien y no tengan la tentación de abandonar a Fran en ningún momento.

La cajita guarda un millón y medio de suspiros, catorce mil besos y un sobre lleno de abrazos que pueden erizar los pelos de los brazos de todo aquel que se acerque.

La cajita guarda ciento cincuenta mil sonrisas de las de dolor de riñones, un "Te quiero" de los de verdad y treinta y un lloros de felicidad de una madre omnipotente.

La cajita se funde en las manos de Fran, no la piensa soltar aunque le llamen loco. La cajita de Fran guarda una infusión de hierbas ancestrales que calman todo dolor existente. Una infusión que huele rico, que calienta las manos y el pecho y serena el alma.

La cajita de Fran guarda una melodía de las Ninfas del bosque. Ninfas que encontró Fran en sueños, con las que coqueteó y de las que recibió como regalo una canción infinita de notas imposibles que se salen de toda escala conocida.


El broche de la caja se ha abierto, la tapa parece entreabierta...

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Delirios del chamán by Jesús López Rodríguez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.