El lagrimeo interno de esta tristeza empalagosa se vuelve
rebelde. No soporta un "te quiero". Odia una caricia amable. Él, en
su eterna avaricia, permanece constante como la cadencia del segundero de un
reloj.
El lagrimeo interno te habla con tu propia voz. El hijo de
puta es un maestro del marketing avanzado. Se conoce todas las estratagemas
para anclarte a la locura. Susurra, grita, te abraza y te rasga el alma sin
piedad. Pareciera que no se da cuenta que si yo no existo, él tampoco.
Las voces se tambalean, el viento de adentro lo remueve y lo
lleva a cada rincón de tu pulso vital.
La voces llaman a tu puerta con un maletín de ideas sin
sentido. Tú crees conocerlas y presumes que podrás combatirlas, pero el
vendedor es experto. Él nace de lo peor de ti. Pelear contra él es como escupir
hacia arriba. Al final te cae encima.
El vaivén de las turbulencias me zamarrean desde dentro; me
pliegan por la mitad, con la misma facilidad con la que se doblan un par de
calcetines.
¡Ay, benditas perlitas del día!. ¿dónde coño os habéis
metido? venga, floreced un poco, no cuesta tanto, y a mí me dais "corazoncitos
de vida".
El elefante rosa
gigante de la habitación oscura no puede ganar siempre, y yo... yo ya estoy cansado.
Venga perlitas, asomar por la ventana. Abrid un boquete en el hormigón armado
de la habitación para que se cuele algún rayito de luz. Venga perlitas, no
dejadme solo. Que ya me he hecho chiquito y me saturé de jugar a ser grande.
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