viernes, 28 de diciembre de 2018


Reciclado.

Lleva una camiseta de Nirvana desgastada por los años, una camiseta que no es suya sino mía. Siempre les quedan mejor mis camisetas a ellas que a mí.

La camiseta la adquirí en una tienda, que ya no existe, cuando apenas tenía 15 años. Tenía la ilusión de un niño el día de reyes. Ilusión que a veces me aflora ahora con casi 20 años más, tantos que ya empiezan a aflorar arrugas, achaques, falta de pelo donde debería y exceso donde no. Pero ahora no soy yo el importante, ahora es ella. Ella, que lleva mi camiseta desgastada con las costuras cedidas por un sin fin de conciertos encima.

La atmósfera del salón se enturbia con el humo de un vaper de esos que están de moda. Un vaper que proyecta aroma de café y caramelo. Un vaper que me recuerda lo patético que soy al autoengañarme de que dejaré de fumar.

Por los altavoces de un viejo equipo de música reciclado suena un cover de "I've got you under my skin" de Frank Sinatra. Sí, a veces me da por escuchar ese rollo melancólico que me hace empatizar conmigo mismo, si es que eso tiene sentido alguno. Ambos bebemos  Roibos con limón y canela en un vaso gigante que otrora era un frasco de miel.

Pero ni la música, ni el vapor de café y caramelo, ni el Roibos importa, ahora solo importa ella.
Ella, que lleva mi camiseta de Nirvana, sin nada más debajo. No existe cosa más linda para el viejo soñador que ella en este momento, una perfecta desconocida sin ropa interior con mi camiseta. Ella, que se recoge el pelo con un bolígrafo, que antes fue herramienta de frustraciones en periodos de oposiciones docentes.

Parece que en esta escena todo es reciclado, el viejo equipo de música de los ochenta, puenteado a mi portátil con un cable rca a minijack, el vaso-tarro de miel, el bolígrafo-orquilla de pelo, la canción de Frank Sinatra y mi ilusión por ser un niño que juega a ser adulto.

Pero, como decía, nada de eso importa, ahora solo importa ella. Ella que se empeña en conocerse-me. Ella, que en realidad no existe. Ella que no se sombrea los ojos de negro, ni se pinta los labios de rojo, ni puede salvar a nadie, ni grita para hacerse eterna.




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domingo, 21 de octubre de 2018


Capítulo 25: "Desastre ritual"

El caldo del puchero hierve con una pizca de jengibre molido. Mientras el caldo burbujea, Fran recuerda su procedencia, la creación de una madre que con mimo cocina para que "sobre". Una madre que ha pasado por tres cesáreas y ha superado un cáncer de estómago. La piel de su barriga parece un mapa de carreteras, pero cuando ella sonríe, lo hace como una niña pequeña ingenua y pura; y sus viejitas manos arrugadas abrazan como un suspiro de aire fresco en las mañanas de verano.

El caldo se calienta y Fran añade unos fideos, un poco de tabasco y pimienta negra. Fran comienza su ritual de cena con un cuenco negro y duro como su corazón. Vierte la mezcla y se dispone a disfrutar de esa esencia calentita que calmará su ser.

Si todo fuera tan fácil como comer y beber rico. ¡Dios, si todo fuera tan fácil!. Pero el ritual siempre termina en desastre. O al menos eso piensa él, cuando sus sombras lo atacan. "¡Son muchos años de lucha ya!" Grita mientras llora, sin acordarse de su evolución en positivo, de todo lo que ha avanzado. Esta soledad perpetua, aun rodeado de gente se agarra dura y fría.  

Ya no sirve ni apagar luces rojas, ni llenar los cubos de mezcla hasta la mitad, ni orar para que su abuelo, allí donde esté, lo cuide en este mundo, ni ser consciente del precio a pagar, ni hablar de cafés y beber sentimientos, ni disfrutar del amor líquido, ni soñar agarrar la luna, ni imaginar a Ana. Ya solo resta dejar de pintar.

El cóctel de fármacos empieza a hacer efecto. Esta vez Raúl no ha llegado a tiempo.
Fran se va "de vacaciones" hacia otro lugar, dejando en este mundo una cicatriz que nunca sanará en aquellos que lo quieren, o mejor dicho ... que lo querían.

Fin de Delirios del Chamán.


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domingo, 30 de septiembre de 2018


Capítulo 24: "Desmontarme en ti"

La bestia de los mil ojos hincaba sus tentáculos en el estómago de Fran. Él, mientras tanto, observaba impotente como derramaba sus tripas por el suelo de mármol del dormitorio.

Había demasiada sangre de color arena oscura. Fran no daba crédito a lo que estaba sucediendo. La bestia se acercó de un suspiro y miró a Fran a los ojos a menos de una cuarta, mientras su boca babeaba ácido, su aliento contaminaba el aire y su odio quebraba los huesos del soñador.

Le susurró algo en una lengua indescifrable y el alma de Fran dejó de iluminar. De pronto las muñecas de Fran se abrieron por sí solas, aunque el joven notaba el frío de una cuchilla de metal traspasando sus venas en vertical.

La pared del fondo de la habitación se derrumbó en un estallido y una luz ebullente traspasó la estancia.

Fran reconocía una silueta en medio de la fuerte luz. Era una niña pequeña. Una niña con coletas morenas como la noche y la cara moteada de pecas. Tenía los ojos azules como el cielo de la esperanza y estaba jugando con un pequeño oso de peluche mientras sonreía. "¡Alma, sal de aquí!" gritó Fran a la chiquitilla...

- "¡Despierta pequeño! solo es una pesadilla".

La mano suave de una joven agarraba la mano de Fran. Despertó empapado en sudor frío y llorando.

La noche anterior Fran se quedó a dormir en el piso de una vieja amiga de la infancia. Coincidieron en un concierto después de años sin verse. Tras una marabunta de conversaciones encadenadas con el objetivo de ponerse al día y aderezadas con varias cervezas, la joven invitó a Fran a dormir con ella. Fran le advirtió que no es buen compañero de sueños, ya que sufre de ansiedad e insomnio; pero parece que eso no amedrentó a la chica.

Mientras Fran fue al baño, la joven puso "Giorni dispari" de Ludovico Einaudi sonando a través de su nuevo Iphone. Ella sabía que a Fran le ayudaba escuchar a Ludovico para relajarse. Se recogió el pelo, se ajustó una camiseta de Fran, sin nada más debajo, dejando marcar su pecho y se encendió un cigarro de liar. Fran la miró con una sonrisa tras la vuelta del baño. "Parece que me conoces de toda la vida"  La chica le pasó el cigarro encendido a Fran. Mientras inhalaba profundo el resultado de una calada a conciencia, el joven hace unos segundos angustiado, ahora se preparaba para follar como solo un loco sabe hacer.

La chica tenía los ojos sombreados de un azul intenso. De ese azul que te taladra por dentro y te dispara la necesidad imperiosa de desmontarte en ella. Ella siempre le decía que prefería tener tierra en los pies y no los pies en la tierra y a Fran eso le encantaba.

Cuando pararon a descansar, Fran se dispuso a compartir su alma con ella como suele hacer cuando su cerebro se le llena de endorfinas y su espíritu se aplaca.

- "¿sabes? ... a veces, cuando estoy en esta situación, siento la necesidad de traspasarme en la persona que tengo al lado. Es como si quisiera dejar mi cuerpo y vivir por un instante dentro de la chica que tengo cerca para volver de nuevo en mí, siendo más consciente de todo. No sé si me explico"

- "No mucho, pero me encanta como me miras cuando lo dices. Para mí eso es más que suficiente, ¡jejeje! Yo ahora solo quiero que me rescates de vivir una vida cotidiana y sé que no es justo pedir algo así, pero es lo que pienso en este instante, aunque soy consciente de que probablemente no volvamos a coincidir en mucho tiempo. Por cierto, ahora estás sudando tanto como antes, pero este sudor de ahora es más cálido y me gusta más que el de hace un rato."

- "¡Jejejeje y a mí, dónde va a parar!"  

- "¿Puedes explicarme qué es lo que te pasaba en la pesadilla?"

- "Pues, es difícil de explicar, pero se siente como si tuvieras una piedra fría dentro del corazón que te empujara hacia el suelo. De todas formas, no te preocupes demasiado, cada uno vamos cargando con nuestra mochila y creo que a la mía ya le voy cogiendo cariño. Buenas noches pequeña y gracias por todo"

- "Buenas noches lindo, intenta descansar."


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domingo, 26 de agosto de 2018

Capítulo 23: "Amor Líquido"

Fran y Raúl se encuentran en las playas de San José, Almería. El viento enviste sin mesura a un paisaje de ensueños que enmascaran lo oscuro del mundo.

Raúl se ha llevado a Fran a una de sus playas favoritas, de esas de las que hay que escalar un poco y jugarte el pellejo para llegar a la "calita" mágica, escondida de la plebe de borregos domingueros, sin neveras, sandias, sillas plegables ni sombrillas.

A Fran le han dado el alta en el hospital Virgen Macarena. No sin antes decir que es bajo la responsabilidad de Raúl, la única persona de confianza que no lo abandonó en ningún momento. Los médicos temen que pueda intentar suicidarse de nuevo; pero ahora Raúl lleva las riendas. Raúl se acaba de convertir en el responsable de que se cumpla el "punto y coma" y no "punto y final"  de Fran.

El viento levanta un poco de arena fina y blanca de esa playa almeriense que tiene la propiedad de parar el tiempo. El mar ruge sin mesura para dar la bienvenida a los dos amigos, acompañados de una botella de agua, otra de vino Abadía Mantrús del Mercadona y un pequeño altavoz bluetooth para el móvil.

Por el altavoz suena Aaron Lewis "So far away "  cuando empieza el estribillo, Fran escucha:
"que alguien me pellizque porque debo estar soñando"
Fran y Raúl llevan como veinte minutos desde que llegaron a la playa y ninguno ha mediado palabra alguna, justo hasta este momento. Fran se pronuncia y rompe el estallido del sonido de las últimas olas:

- ¿Raúl has sentido alguna vez que el tiempo se para y que eso no puede ser la Realidad porque es demasiado hermosa? Es como si renegáramos o denigráramos la realidad cuando esta presenta su divinidad.

- Alguna vez sí Fran. Ese sentir es una marca en el cinturón, digna de recordar. Por cierto, ¿Cómo te encuentras ahora? ¿Los pensamientos rumiantes de esa mujer idealizada que tienes, se te han ido ya?

Fran se presenta meditabundo y recuerda la última sensación que tuvo de cuando creía estar soñando, porque el mundo se le presentaba maravilloso, y se sincronizaba con la pregunta de Raúl, referente a lo de Ana.

Fran aspira el humo de su cigarro de liar con papel natural y se pierde en un sentimiento que lo hace parecer fuera de sí. Raúl está acostumbrado a esa reacción de Fran y le deja tiempo para su mundo interior.

Mientras, en la mente de Fran aparece un monólogo interno con ese ser al que idolatra...

Lo confieso, tengo miedo!. Quítame por favor! Quítame tu olor de mi ayer.

Bórrate-me tu sonrisa de mi recuerdo, que se quedó enconada y no sale ni con psicofármacos.
Aunque me llames cobarde, porque aunque ya lo sé, que no existe más fuerza que la que sale desde mi fragilidad. 

Quítame, mi Ana invisible. Quítame tu sabor, que todavía puedo paladear desde mi sinestesia, cada vez que te veo en una foto. 

Porque no existe más sensatez que la que sale desde mi locura tambaleante. Tambaleante como ese movimiento oscilatorio armónico que me sale de las tripas.

Bórrame tu suspiro de mi oído, porque de lo contrario se romperá ese pacto de amor líquido que nos hicimos desde nuestra anti-cordura. Porque el sonido de tu respirar me parte por la mitad y me llena de un centenar de seres de fantasía que me anclan a la niñez. Porque desconfío de mi compromiso y porque ya se me olvidó eso que llaman amar.

Porque el pacto de aquello que bautizamos como Amor Líquido, consistía en disfrutar el momento solo mientras este durara. Después, todo volvería a la "realidad". Ja! Como si aquello no fuera real quizás! ¿Qué ocurre? ¿Qué estamos tan acostumbrados a vivir como el espantapájaros, que en el momento que alguien nos "desclava" lo llamamos No-realidad?

Además, ese Amor líquido es una trampa, a ver quién consigue quitar tu recuerdo de mí hoy. Dijimos que se quedaría solo en ese momento, pero las esencias son eternas cuando se reciben con cariño. NO! me niego, ahora borra tu olor de mi ayer! arráncalo para Nunca Más. O dame tiempo a aprender como disfrutar de él como solo un recuerdo. Dame tiempo al menos para digerir ese amor que no se puede embotellar y aprender a sentir de una manera más consciente y consecuente con el sentir mismo. 

Perdona mis delirios y no me lo tomes en cuenta, ya que todo delirio tiene gran parte de fantasía añadida por el delirante .


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martes, 26 de junio de 2018

Entrenudos


De entre la inmensidad del olvido nace un saco de lágrimas. Lágrimas que me ocupo de robar con mimo y cautela.

Todas ellas deben ser mías. Me las merezco por empatía.

Sereno el valle de mi lamento y miro en tercera persona a mi propio yo, interpretando el tiempo presente.

Todo se repite. Se repite el pasado y se repite el futuro, colapsando en este mismo instante.

Pero tener el prisma adecuado para diferenciar ese Todo se retuerce de lo más complicado.

Afortunado quien tenga ese don de ser ingeniero creador de prismas adecuados, que nos permitan vislumbrar esta sin razón.

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martes, 27 de febrero de 2018

Capítulo 22: "El brebaje"


Lleva los ojos sombreados de un azul pálido.

Corona su sonrisa una ristra de hadas que iluminan cada rincón de tu endurecido corazón.

Sus vaqueros rotos dejan asomar sus preciosas rodillas, las sujetan los hilachos de ese pantalón desgarrado a conciencia.

Lleva una guitarra con el golpeador desgastado apoyada en las piernas. Tiene las cuerdas recién cambiadas. Se siente cómoda con su instrumento recién afinado, como tú cuando estrenas tus nuevas zapatillas.

Mira hacia arriba mientras suena la melodía y se muerde el labio inferior. Saborea cada nota como limonada en verano seco.

En los hoyuelos que enmarcan su sonrisa está el universo entero. Que caigan bombas fuera, en esa sonrisa tengo mi mundo.

Pero no existe. Ella no existe, es solo una proyección de tu subconsciente.

Mezclas tu corazón y tu mente en un cóctel, que esta vez te salió mal. Sí, te salió mal, como mal caminas por un mundo de sueños que se ha llenado de demasiado alquitrán.

Te falta jengibre en ese batido emocional que te has montado. Quizás una cucharada de Colacao, o tal vez dos claras de huevo, para un aporte extra de proteínas de alto valor biológico.

Abres la ventana y hay demasiado humo ahí fuera. No, no salió bien. Ese brebaje sabe a demasiado dolor, se siente en el paladar como ácido de batería.

Quizás le falta un toque yerbabuena al batido, tal vez un poco de cardamomo, a lo mejor un poco de café soluble para camuflar la acidez.

Pero...salió mal. Ella no existe, el camino está lleno de piedras sin pintar. Demasiado iguales, demasiado secas. Les falta un chorreón de leche de almendras, como al cóctel. Ese cóctel de corazón y mente no funciona. No tiene las proporciones idóneas en este mundo pseudomodernista carente de la heurística necesaria para resolver este entuerto existencial.

Y no sé lo que le falta al batido, pero duele. Duele el beberlo, el saborearlo. Duele el tragarlo y el digerirlo. Creo que me ha faltado un poco de zumo de limón. o de lima, o de neuropapaya futurista detoxpowerfitness. O de yo que sé. Pero duele, duele solo el olerlo. y al cerrar los ojos sigue con su guitarra apoyada en las rodillas, con su vestido sueltecito, su cabello olor a coco y sus ojos sombreados de un azul pálido.

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