lunes, 12 de diciembre de 2016

Notas sobre el autor desde él mismo.

Orgullo

Y sí, escribo desde las entrañas aunque escueza.

Y no soy ningún escritor recomendable, ni por el continente ni por el contenido.
Y he buscado manuales y tutoriales de vida, sin tener éxito.
Y he buscado la eternidad como Aquiles en Troya. Aunque sé que no soy ningún ejemplo.

Y he mezclado ansiolíticos con bourbon.
Y no me siento orgulloso de ello.

Y he querido tanto que duele. Tanto, tanto, que llega a convertirse en una patología. y sí, sí me siento orgulloso de ello.
Y no, no he sido todo lo bueno que ahora me gustaría.
Y de eso no, no me siento orgulloso.

Y se me han reventado las palmas de las manos al palear frente a una hormigonera, bajo más sol del que me gustaría y gratis ... y sí, sí me siento orgulloso de ello.
Y me he partido la cara con más de uno cuando era un renacuajo y he hecho bullying de ese que laman ahora y también he recibido, más del que me gustaría.
Y he sentido ansiedad de pequeño, de mediano y de grande.

Y he follado desde el alma, sin preguntarme por qué, sin autoevaluarme ni juzgarme, sin evaluar ni juzgar a la otra parte.

Y he pasado fines de semana de muuchas horas resolviendo boletines de problemas de matemáticas mientras otros bebían. Y también he empleado otros en beber, en beber mucho y sin sentido y,
no, no me siento orgulloso de eso.
Y he sido un empollón, y también un cabrón y también un llorón y también un cacho de pan  y un celoso y también todo comprensión y he sido todo, todo lo que he podido, todo lo que he tenido la oportunidad de ser.
Y sí, sí estoy orgulloso de ello.

Y he sido un filósofo soñador sin título. Un soñador que sueña con todo, con todo lo que puede. Que sueña con el sueño mismo, con el soñar y el soñarse. Con el soñar y el soñarte, sí sí, a ti, a esa personita que lee esto, deseando soñarte a ti aunque ni te conozca. Deseando rascar en almas que quizá no existan todavía.

Y he sido un tonto con letra y un ingeniero deprimido,
y un ingeniero con ingenio,
un ingeniero de los de antes, de los que se permitían ponerse a soñar y a descubrir,
y a chocarse y a frustrase.
Y sí, sí estoy orgulloso de eso, aunque el orgullo no sea nada, aunque nada importe.

He sido el que ha jugado, naufragado y buceado con esa culpa judío-cristiana que llevamos heredando desde siglos, aunque, como dice mi madre "tú échame la culpa a mí, no te preocupes, ¿la culpa es algo quizás?"

Y me he lesionado por dentro y por fuera. Pero he saboreado, abrazado y sentido todo lo que he podido. Y amasado esta vida como si fuera plastilina. Pringándome los dedos sin tapujos, llenándome la zona que se esconde entre los dedos y las uñas con esa vida amasada y pringada y sucia e injusta y bonita y perfecta y cruel y equilibrada.
y sí, sí estoy orgulloso de ello,

aunque el orgullo no sea nada, aunque nada importe.


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domingo, 27 de noviembre de 2016

Capítulo 18: "Universo paralerdos"

- Y es que es difícil levantarte cuando el alma se te muere.

- ¿Qué dices Fran? a veces pienso que lo que realmente necesitas son dos buenas ostias para que espabiles.

- Claro Raúl, y todo solucionado. Me sorprende tu brillantez, no sé cómo no se me había ocurrido antes. De hecho, deberíamos montar una clínica. La llamaremos "Las dos ostias que necesitas" y desbancaremos a todas las consultas de psicólogos.

El rostro de Fran se apuntaló sarcástico y triste por la frustración que le acababa de producir el saber que uno de sus mejores amigos no lo entendía. Pero claro, sabía que tampoco podía juzgar a Raúl, si ni él mismo Fran se comprendía a veces.

- Bueeeeno picha, no te pongas así. Además, ¿sabes qué hora es?

- No sé, las doce y media o así.

- No señor!, es la hora mágica, la hora de la cerveza.....justo aaaaaaaahora! las doce y treinta y cuatro.

- Anda! ¿y porque esa hora justa es la hora mágica?

- ¿No lo ves Fran? doce y treinta y cuatro. Uno ,dos, tres y cuatro. Magia!!! JAJAJAJAJAJA!

- JAJAJAJAJAJA! venga bastardo, vamos a por una birra.

Fran y Raúl paseaban por el puente de Triana en dirección hacia el centro de Sevilla, mientras vagabundeaban con conversaciones típicas de ambos. Aún Raúl no le había contado que se acostó con Ana. No se veía preparado, ni sabía cómo se lo iba a tomar Fran. Después de todo con Fran nunca se sabe, unas veces está arriba, otras abajo y otras ni siquiera está.

En la mente de Fran se veía a él mismo en una terraza con vistas al mar al anochecer. Respiraba profundo el humo de su última cosecha, Cream Caramel de segunda generación. Sus pies descalzos lo conectaban con la Tierra, su mirada perdida lo adecuaba a la inmensidad del mar. Su respirar profundo y pausado lo anclaba en el aquí y el ahora. De pronto despertó.

- Fran que te me vas!!

- Sí, perdona...andaba con la cabeza en otra parte... Raúl, ¿Te has preguntado alguna vez para qué vivimos?

- ¿A qué te refieres?

- Me refiero al sentido de la vida. A la típica pregunta de por qué estamos aquí.

- Sí, alguna vez, pero se me quita la pasión por preguntarme rápidamente, jejejeje!

- Pues yo creo que esa pregunta no tiene mucho sentido. Yo creo que la clave es preguntarse ¿para quién he vivido? Es decir, al final importa muy poco lo que hagas en este mundo. Lo verdaderamente importante no es el yo, ni el tú, es el nosotros. O, afinando un poco más, el yo sentido a través del otro. El cómo soy yo en mi mismo a través de ti. No sé si me explico.

- Síiiiiii, perfectamente.
Raúl reía con sarcasmo

- Dios santo Fran!, a veces no te entiende ni tu padre!

- Sí, jejejeje! puede ser. No sé Raúl, me refiero a algo parecido a lo que piensan algunas tribus africanas.

- A ver, ilústrame.

- Pues resulta, pasa y acontece... [a Fran le encanta empezar sus historias así, como habéis podido comprobar] ... que en algunas tribus africanas piensan que el cuerpo humano no acoge a toda la persona en sí. La persona es muuuuuuucho más que lo que cabe en su cuerpo. 
Y en relación a ese pensamiento, me he planteado la pregunta clave de que ese "de más" de nosotros mismos que no cabe en nuestro cuerpo puede ser el nosotros en el otro. El nosotros en esa persona querida. En tu madre, hermano, amiga, pareja, etc. 
En esa sincronía y sintonía emocional que aparece en algunas ocasiones entre dos personas. Y en consecuencia la pregunta filosófica de cuál es el sentido de la vida, la veo incompleta. Más bien sería ¿Para quién vivo? o ¿en quién vivo? dentro de este universo paralerdos.

- Será universo paralelo.


- Entiéndase como se quiera. 

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miércoles, 16 de noviembre de 2016

Capítulo 17: "El discurso de Fizvan"

Recuerdo momentos de serenidad, mientras el cigarro se consume en mi viejo, y no por ello menos valioso, cenicero de mármol. El veteado del buzón de colillas me relaja, dibuja una silueta burlona en forma de espiral áurea, con matices anaranjados. Tan cálido, tan frío, tan paradójico que nunca me deja indiferente. Tal vez sea el alma de mi abuelo que aun reside en esta herencia, producto del azar que llegó otrora a mis manos y del que nunca me he separado.

El humo se derrama en mi boca e inflama mis pulmones ayudando a centrarme en la respiración y atándome al momento presente en consecuencia. Exhalo una última calada y me dispongo a soñar.

Decía, que recuerdo momentos de serenidad. Momentos de los de "cinco minutos más", de los de "jummm esto empieza a cobrar sentido y no me pregunto el motivo". Parece que el leitmotiv recurrente en mis divagaciones concuerda con el dejarse vivir en el momento y el espacio sin más preocupaciones que el sentir.

Aún recuerdo cuando dormía en la azotea de mi vieja casa de tres plantas con mis hermanos mayores. Casa construida por un "Apagaluces" al que adoro. Un hombre renacentista que no conoce otra respuesta más que la de la lucha diaria y el trabajo bien hecho desde el corazón.

Las losas de la azotea todavía estaban frescas. Tenían un olor especial a arcilla húmeda, mi madre las regaba por la tarde para poder combatir el fatigoso calor que desprendían tras horas bajo un sol que no da tregua en agosto.

Dormir bajo las estrellas siempre me ha fascinado. Relaja e inquieta al mismo tiempo. Nos asoma a un mundo de mediocridad, frente a la inmensidad del universo. Un universo lleno de vidas, de seres, de luces y de sombras. Un universo que sobrepasa lo mágico, que transciende la fantasía épica.

La noche había caído sobre Fizvan sin apenas dejarse notar. Sus cansados y sabios ojos no habían querido prestar más atención a algo que veía todos los días. Sin embargo, la botella que sostenía... esa sí requería de una o dos miradas (y algún que otro amargo trago).

El día había ido bien, había cenado, y ahora tenía una botella casi llena... Fizvan estaba contento.
Sus ojos no querían ver el mas allá, que siempre estaba rondando por su periferia. Su nariz no quería oler la corrupción, que siempre asomaba por las alcantarillas, sus oídos no querían oír los gritos, que las calles siempre dejaban escapar... Fizvan bebía...

Anduvo durante una hora más, hasta encontrar su lugar favorito, El Suburbio.
El dueño del bar era un buen tío. Fizvan siempre encontraba allí su sitio... el jardín trasero. En ese recóndito lugar Fizvan dormía muchas noches. Un jardín interior, lejos del sol y la luna, pero alimentado por alguno de estos.

Pero esta noche Fizvan no estaba solo. Allí en el jardín trasero, había una pequeña chiquilla, que jugaba con pies sucios a cazar grillos.

La niña se levantó al ver a Fizvan. Fizvan tuvo miedo, miedo de que la niña se asustara y gritara, eso nunca es bueno, Fizvan lo sabía bien. Pero en vez de eso, la niña le sonrió, y se sentó con sus piernecitas cruzadas en frente.

Pasaron algunos momentos más de los necesarios para sentirse incomodo, y la niña por fin habló, sonriente y juguetona, como las niñas de su edad.

-Hola! 

Fizvan callaba...

-¿Cómo te llamas? ¿Cómo has llegado hasta aquí?

Fizvan quiso callar de nuevo, avergonzado de su propia oscuridad ante algo tan puro. Pero de repente sintió como si su voluntad se liberase, como si ahora fuera dueño de sus actos por primera vez en su vida...y Fizvan ,al fin, contestó...


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lunes, 5 de septiembre de 2016

Capítulo 16:  "Entre hadas y duendes"

Vivo en un castillo entre hadas y duendes.

En mi puerta descansan una pareja de trolls, ya viejitos. Yo los llamo Romeo y Julieta. Miden unos tres metros y medio y pesan más de media tonelada cada uno.
Ellos defienden mi hogar. Pero se pelean mucho. Se llevan todo el día discutiendo acerca de quién quiere más el uno al otro. Son buena gente, aunque muy cabezones.

Romeo puede dormir la siesta por más de 10 horas y Julieta hace ganchillo con las telarañas que recolecta de los matojos cercanos.
El aliento de Julieta huele a puré de coliflor, pero a Romeo le encanta. Le encanta el puré de coliflor sin aliñar y le encanta el aliento de Julieta, aunque nunca se lo ha reconocido y nunca lo hará.

Bajo mi cama revolotean diecisiete hadas chismosas. A ellas les gusta criticarse las unas a las otras y a las demás que no existen pero como si lo hicieran.

Encima de mi armario trabajan cinco duendes risueños que inventan historias de humanos en ciudades sin vegetación y con mucho humo. Se inventan mundos donde las personas no se miran a la cara. En su lugar, miran aparatejos con luces que dicen comunicarlos. Se inventan mundos donde las personas tienen un precio. Un precio por su tiempo, un precio por sus sueños y un precio por sus vidas.

Los duendes no paran de reírse inventando mundos, donde las personas se autoenvenenan para olvidar sus propios pensamientos con brebajes que canjean por monedas que, a su vez consiguen con sus trabajos, los cuales les producen pensamientos que quieren olvidar con venenos en forma de brebajes..... A los duendes de mi armario les gusta inventar paradojas cíclicas de este estilo.

En mi jardín susurra un estanque en calma. El estanque tiene ocho ranas de colores que cantan por bulerías. Las ranas saltan y cantan con la misma soltura, precisión y amor con la que Julieta mira a Romeo mientras este último duerme la siesta.


- Que sí Fran, que muy bonito todo, pero la gente no habla así. No puedes saltarte las reglas del juego y el protocolo a tu antojo. Bueno, sí puedes, de hecho es parte de lo que te hace único, pero si lo haces, no esperes siempre resultados agradables. No puedes segar con una escoba, ni barrer el suelo con una hoz.

- Paso Raúl, vivimos en un puto mundo antiséptico que huele a hospital. Todo limpito y ordenado. ¿Y por huevos tiene que ser así?. ¿Donde está lA caló picha? ¿Dónde quedan los sueños? ¿dónde el placer que te despeina y te llena de sudor al correr, al saltar, al caerte?

Me niego, paso de las reglas del juego, paso de este mundo antiséptico e impoluto. Yo me pringo de barro, lo siento Raúl, tú sigue con tu magia formal, yo amaso la plastilina y me relleno los huequitos de entre los dedos y las uñas de las manos con trocitos de la misma. Ya las limpiaré, si es que lo necesito.

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martes, 21 de junio de 2016

Capítulo 15: "Volver a empezar"

Volver a empezar

Ayer salí a dar una vuelta con Fran.
Fran es ese colega que está hecho de un montón de cosas buenas que, de alguna manera se han desordenado a lo largo del tiempo y han quedado juntas de tal forma que el resultado es un desastre.
Hace falta tener a alguien como él a tu lado para recordarte la capacidad que tiene el ser humano de sentir. Fran se apasiona tanto como se autodestruye, agarra un atardecer cualquiera y lo convierte en el mejor momento, mostrándote cada detalle maravilloso que tú no habías percibido y luego coge un día cualquiera de una sosegada primavera y te explica como la vida puede golpearte a cada minuto.

El parque no era ni muy grande ni muy bonito, pero tenía esa sensación a vida que propiciaba conversaciones trascendentales:
-¿Que tal te trata la vida hoy Fran?
-No lo se, yo solo quiero volver a jugar como cuando era niño, ¿sabes lo que te digo?. No recuerdo cuando perdí esa capacidad.
-Bueno tío, es que ya no somos niños, es normal.
-No, no lo es. Todos necesitamos eso. Últimamente la vida solo es eso... vivir.... y debería ser tanto más, debería ser como era antes. Debería...

Fran se perdió una vez más en su sinfín de explicaciones maravillosas que te hacen sorprenderte con la paleta de sentimientos con la que podemos pintar nuestra vida. Quería animarle, decirle que todo iría bien y que las cosas se arreglan. Pero es mentira. Mentir es lo que se me da bien, pero no esa clase de mentiras que dañan a la gente y la hacen sentir estúpida cuando la descubren. Sino de esas otras mentiras que cuando te las cuentan, te abren un nuevo abanico de posibilidades y cuando, más tarde, descubres la verdad oculta piensas, “¡Que cabrón, a esto te referías!” O “¡Me engañaste, pero gracias!”.
No todo se arregla en esta vida, a veces hay cosas que se rompen para siempre, es la magia de vivir dicen. Si no hay irreversibilidad, un fin absoluto, nada tendría valor. En Fran hay muchas cosas rotas, y no se cuantas de ellas tienen arreglo, pero tengo mi mentira preparada para el.

-Sabes tío, una cosa es segura. No estamos preparados para pasarlo mal eternamente y siempre hay una forma de volver atrás y recuperar lo perdido. Siempre se puede iniciar de nuevo el camino, solo hay que encontrar el momento y el lugar.
-... (Fran asintió como el que oye sin escuchar)
-Este... este sitio es un magnífico lugar para volver a empezar.

Fran no dijo nada, pero parecía satisfecho. Miraba el parque mientras atardecía con un sinfín de posibilidades por delante. La mentira había hecho efecto, Fran y yo nos separamos.

No siempre se puede recuperar lo perdido, volver atrás no siempre es volver al mismo punto en el que estabas. Con cada camino, recorres una vida nueva, a veces es la misma con matices, a veces es otra distinta en la que llevas todo lo aprendido en tu mochila. Te he mentido amigo, debería haber estado ahí a tiempo para decirte que lo único que no puedes permitirte es perder aquello que realmente importa, porque no todo tiene solución. Pero no llegué a tiempo y solo puedo ofrecerte esto... y cuando vuelvas atrás y termines de recorrer tu nuevo camino verás que, efectivamente, la vida siguió, que no podemos estar mal eternamente y que recuperaste aquello que te faltaba solo que, quizás, de tarde en tarde, lo mirarás con melancolía sabiendo que no es exactamente el mismo trozo de ti que quedó atrás, si no uno nuevo... distinto.

Eres un gran tipo Fran. Somos tan distintos por fuera, pero igual de rotos por dentro. Te deseo una bonita mentira y un camino lleno del tú que faltaba antes. Al fin y al cabo, una cosa es cierta...

... Este es un buen lugar para volver a empezar.

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P.D: tengo mucho que aprender de ti. Ojalá pudiera contarme mentiras a mi mismo.


jueves, 9 de junio de 2016

5 minutos más


Parpadeos de vida.
Notas desparramadas bajo la escalera.
Motitas de polvo que forman los quehaceres de nuestra existencia.
Brisa dadivosa que nos regala un aire único que no volverás a respirar jamás.
Otro sí, ese no.
Una caja de música que nos amarra a la niñez.
El abismo verde miel de tus ojos.
La mueca que se aloja en tus mejillas cuando sonríes.
El pelo que descansa en tus hombros tan suave y tan lleno de energía.
Esa mano que siempre añoras,
que roza tu piel en la noche.
Manifiesta tu amor sin derroche.
Te atrapa el alma sin demora.
Cada segundo mientras lloras,
buscas su olor sin reproche.
Calma tu pesar dándole broche.
Respiras a contratiempo a todas horas.

Si pudiéramos revivir 5 minutos y solo 5 minutos más de un momento pasado, ¿Cuál elegiríamos?
La primera vez que le diste un beso a la chica de la que te enamoraste desesperadamente, la primera vez que un verdadero amigo, entiéndase amigo en su significado más profundo, te dio un abrazo de verdad, la primera vez que sostuviste a tu hijo en brazos...

Esta pregunta que me autoimpuse hace tiempo no para de desafiarme día tras día. Le da sentido a mi pasado, a mi presente y a lo que espero del futuro. Todavía no tengo respuesta, pero me ayuda a reflexionar sobre la importancia que le doy a lo vivido y a toda mi existencia en última instancia.

5 minutos parecen pocos, pero a veces bastan para poblar de sentido a toda una vida. A veces solo unos instantes bastan, como cuando aspiras el olor de la dama de noche que reposa en el jardín,  en un momento de dolor y miras al cielo y todo cobra sentido. O como en los instantes que describo en el intento de "poemilla" de estas primeras líneas.

Creo que fue tras vagabundear con esta cuestión cuando empecé a no creer en el concepto del tiempo tal y como lo contemplamos habitualmente. El tiempo es relativo dicen, quizás no exista.

A veces me dicen : "Jesús no filosofes tanto, no existe tanta magia, esto es solo una cerveza y aquello solo el sol. ¿Cómo consigues hacer que estas cosas te hagan feliz?"
Yo suelo contestar:  "muy sencillo, no soporto estar triste". Esas perlitas del día le dan sentido a todo, o de lo contrario mi reducción al absurdo es que nada tiene sentido. Teniendo esto en cuenta, si pudiera repetir 5 minutos de cualquier momento de mi vida, ¿cuál repetiría?. La pregunta vuelve una y otra vez, realzando algún motivo por el que levantarme cada día para caminar entre ruinas. Caminar entre las ruinas de lo que fui, de lo que soy y de lo que me queda por ser. La mejor medicina para el alma rota creo que es buscar esas perlitas. Esos 5 minutos eternos, que desafían al tiempo y al espacio.

No puedo quedarme con la conclusión de mi amigo y hermano que me recuerda que no existe tanta magia, que esto es solo una cerveza y que aquello solo el sol, como todo lo demás. Para mí, pensar así es como hacer el amor con la ropa puesta, algo se interpondría entre mi persona y aquello que deseo. No sería capaz de sonreír, de sentir y soñar tal y como mi estilo cognitivo me permite.

Mi madre me decía de pequeño que el que no sabe es como el que no ve. Yo añadiría el que no imagina es como el que no siente.

¿Y tú, qué 5 minutos de tu pasado repetirías?

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viernes, 12 de febrero de 2016

Capítulo 14: "Esa oxidada teclita del alma"

Y no se trata de no sentir, sino de cómo nos relacionamos con nuestro sentir.

Esta cabeza parece una tierra muy fértil en la que cualquier idea germina con facilidad. A veces se agarra fuerte cuando el sentir es negativo. Se queda en un rinconcito escondido y va inundando todo tu ser. Crece, se expande, te esfuerzas en quitarla de ahí, pero sigue. Germina con soltura como lentejas en algodón húmedo.

A veces crees y a veces olvidas.
A veces lloras y a veces chillas.
A veces saltas y a veces suspiras.

Pero desde luego no se trata de no sentir, sino de cómo nos relacionamos con nuestro sentir.

Todo depende de la proyección que pongamos en cada cosa, en cómo duele o cómo no. En cómo disfrutamos de cada instante o por el contrario, cómo lo dejamos pasar, como cuando dejamos correr al autobús que no te lleva a tu destino. A veces, el dolor te invita a que dejes de sentir; pero claro, la magia está en no parar de sentir, sino en cómo nos relacionamos con esas emociones, cómo las digerimos, como las procesamos, en cómo nuestro estilo cognitivo trabaja para sacar conclusiones de esos estímulos externos. En definitiva en cómo nos relacionamos con nuestro sentir.

Y es que a veces ríes y proyectas una energía que infla el espíritu de cuantos te rodean y a veces comes pan de pico, rumias en tu mente una desdichada sensación que alimenta una distorsión cognitiva que augura malas emociones y sus consecuencias en cascada.

A veces la tensión se hace muy muy grande y no piensas con nitidez y justo poco después, casi por arte de magia, en la pequeña aldea gala todo vuelve a la normalidad. El aire que respiras es más puro, más gratificante, más rico en cantidad y calidad y tu perlita de felicidad del día asoma. Asoma casi por casualidad, pero no importa, solo te limitas a disfrutar de ese momento. Ese momento que te ancla al momento presente y del que no quieres salir, pues los demonios esperan pacientes a la vuelta de la esquina.

Esos demonios que establecen un entramado de ramas a tu alrededor y no te dejan llegar al tronco, te confunden, te distraen, te sofocan y te contraen. Rompes una rama y aparecen diez. Pero a veces, solo a veces, consigues tocar una teclita en tu alma. Una teclita ya oxidada que al pulsarla suena una melodía entera llena de felicidad, esencia del jarro de alegría y reposo que necesitas.

Claro que eso es solo a veces. Ojalá pudiéramos alimentar el alma solo con cosas ricas. Y es que es tan difícil pulsar esa tecla. Se oxida tanto que cuesta encontrarla entre tanta herrumbre.

Parece que la tierra fértil de la cabeza, en el proceso de arraigo de pensamientos negativos, se alimenta de tu energía vital y vomita óxido encima de esa tecla. Esa tecla que necesitas pulsar para recuperar  tu energía cercenada por el mismo proceso.

Pero desde luego parece que el sendero apunta a que:
no se trata de no sentir, sino de cómo nos relacionamos con nuestro sentir.

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